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Chile y su gran poder de reivindicación

Eran alrededor de las cinco de la tarde del viernes 18 de octubre cuando, paseando por el Barrio Italia de la Región Metropolitana, se empezó a escuchar el ruido de las cucharas chocando con el metal de las cacerolas. “Han dejado a una de las nuestras en el hospital, únanse”, gritaba una de las manifestantes que se dirigía, junto al resto, hacia Baquedano. Andaban por las carreteras, ralentizando el tráfico e impidiendo que las micros llegaran a sus destinos. 


Las cadenas y los candados cerraban las puertas de todas las entradas al metro de la ciudad y la presencia de los carabineros en las calles no hacía más que incrementar. Se veía a gente protestando desde sus casas por todo Vicuña Mackenna mientras otros lo hacían desde la calle. A medida que dicha avenida se acababa para desembocar en Plaza Italia, el ruido se intensificaba, así como el número de gente y la dificultad para acceder hasta allí en cualquier medio de transporte. Los chilenos se habían hecho con las calles y la palabra ‘evade’ se podía leer en cualquier fachada de la ciudad.

Durante aquella noche, el ruido no cesó y las barricadas e incendios comenzaron a verse en diferentes partes de la ciudad. Los carabineros llegaban con tanques de agua, no solo para apagar dichas barricadas, sino para espantar a los manifestantes. También se podía ver el humo de las bombas de gas lacrimógeno. Parecía que sería cosa de una noche o dos. 

Piñera se dirigió hacia La Moneda y cuando era casi medianoche los rumores se confirmaron: el presidente acordó sacar a los militares a la calle; había decretado el Estado de Emergencia para la Región Metropolitana. Fue cuando realmente empezó todo.

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Días antes, el Gobierno había aprobado el alza del precio del metro en Santiago: de 800 pesos en hora punta pasarían a ser 830. Quizás una subida no muy grande, pero que hizo estallar a aquellos que ya habían aguantado mucho. Es más, cuando el Gobierno de Piñera cedió ante las protestas y revocó el alza unos días después, los manifestantes continuaron llenando las calles recordando al mundo que “no son 30 pesos, son 30 años”. 30 años desde que la democracia llegó a Chile, 30 años en los que el neoliberalismo se ha instalado en el país, creándose una gran oposición en torno a él. Un modelo que, sin duda, ha fracasado.

Desde aquel día, a pesar de los toques de queda decretados por el Gobierno, no solo en Santiago, sino en más regiones como Valparaiso, Concepción o Coquimbo entre otras, los chilenos no han hecho más que salir a la calle a protestar por sus derechos y a pedir al Gobierno que ceda y elimine estas medidas tan restrictivas que ha tomado. Ya no son solo las pensiones indignas, los sueldos que no dan para llegar ni a mitad de mes y los de las élites políticas, la precariedad en la salud y la educación, el caso Pacogate, el alza de la luz o los cortes en el agua. Ahora también es una lucha contra un gobierno que ejerce la represión ante un pueblo que pide justicia. 

Desde la opinión de una extranjera a la que le ha tocado vivir todo esto muy de cerca, el poder de reivindicación que tienen los chilenos es digno de admirar y el mundo tiene mucho que aprender de ellos. No han parado incluso teniendo al Ejército en las calles, no se han quedado callados y no han pagado 30 pesos más. No han cedido ante la represión de un gobierno que les llama delincuentes y que les dice “estamos en guerra”. 

Esas personas dignas de admirar son las miles que cada día, desde el pasado miércoles, están saliendo a la calle a protestar de la forma más pacífica que pueden, teniendo en cuenta cómo está actuando el bando contrario. No son los delincuentes que saquean supermercados, farmacias y tiendas locales, ni los que prenden fuego a trenes y micros. No son los que la televisión muestra.

Cuando las injusticias se acumulan llega un punto en que el diálogo no sirve de nada, y menos cuando este diálogo es de político a político y no con el pueblo. Los chilenos han sido conscientes de ello, han salido a la calle y se han hecho oír. Todavía lo están haciendo. Estamos viviendo unos hechos que pasarán a la historia y que cambiarán Chile para siempre.

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