No son 30 pesos, son 30 años de abusos
Chile vive su peor crisis cívica desde el retorno a la democracia. Luego del alza del Metro de Santiago, los adolescentes movilizados lograron levantar la consigna de evasión masiva a la cual se adhirieron millones de santiaguinos.
El descontrol llegó el día viernes. En el día se destruyeron rejas y parte de la infraestructura, el personal de Metro junto a Fuerzas Especiales se vio profundamente sobrepasado frente a esta manera de protesta pocas veces vista en nuestro país. A pesar de la escalada de violencia la única medida fue el cierre de la línea 1 y 2 del Metro. Posteriormente se dio de baja el servicio pero aún sin medidas concretas para la ciudadanía que ya había dejado de exigir una rebaja al pasaje, si no, una serie de medidas para una calidad de vida mejor en ámbitos de salud, educación, previsión, etc.
La noche fue de protestas masivas y cacerolazos en distintas estaciones de Metro de la capital, estas se vieron reprimidas por un actuar violento del personal de Carabineros quien agredió e incitó a personas en medio de protestas pacíficas. La respuesta fue de varias estaciones quemadas y destruidas brutalmente, algunas de manera “sospechosa”, debido al nulo contingente policial en los lugares donde surgió el fuego.
La declaración de estado de emergencia y la posterior salida de militares a las calles por parte del Estado no hicieron más que alterar la situación. Las personas no reciben ninguna respuesta concreta, además eran atacados y amedrentados por los militares quienes además de su uso excesivo de la fuerza contra la ciudadanía mantienen un peso psicológico importante en la sociedad chilena desde los crímenes de lesa humanidad cometidos en dictadura.
La “solución” llegó el día sábado en la tarde con un proyecto de suspensión de tarifas que deben pasar primero por el congreso, mismo día en donde las protestas se hicieron masivas en regiones y en donde ya se había mostrado que el problema no solo era del transporte público de la capital.
De momento, la escalada de violencia ha sido brutal, saqueos en todo el país, casos numerosos de violaciones a los Derechos Humanos por parte de las Fuerzas Armadas, tiroteos, bombas, amedrentamiento, incendios masivos, saqueos en el retail e incluso casas particulares. ¿La respuesta del gobierno? Toque de queda, mayor dotación policial y militar en las calles, llamados a la unidad mientras se reprime fuertemente a la mayoría en protestas que se desarrollan en paz como en Plaza Ñuñoa u otros lugares de la capital, mientras que en los grandes focos de violencia y vandalismo no se aprecia fuerza pública.
Esto no es más que la muestra de la ineptitud de un gobierno que no supo dar respuestas oportunas a las demandas sociales, la violencia y el vandalismo son una verguenza para el país, pero los principales responsables de esta situación es la clase política que desde el comienzo de este movimiento reprime con violencia excesiva a su propio pueblo, y las únicas respuestas que ha brindado a la ciudadanía son más represión y una guerra declarada al pueblo en medio de un discurso que llama a la “unidad”.
La situación ya se fue de las manos, el gobierno sigue hablando de victimas como simples números y sin hacer un mínimo esfuerzo por entender las demandas sociales y darle respuesta a ellas. Piñera se ha mantenido en silencio, acorralado y buscando cómo salvar su ego de esta situación. El piensa que es el Metro, pero no, no son 30 pesos, son 30 años de abusos.