Desde el primer caso reportado en Diciembre del 2019 en Wuhan, China, varios han sido los esfuerzos de la ciencia para abordar este problema de salud pública. Hasta el 7 de abril del 2020 existen 1.421.022 casos reportados en todo el mundo, los cuales contemplan tanto a los casos activos, muertes y recuperados. Esto ha llevado a múltiples naciones ha aunar directrices en investigación para descubrir los mecanismos de infección que caracterizan al virus y, de esta manera, encontrar un posible sistema de prevención y/o tratamiento para esta enfermedad.
El SARS-CoV-2, perteneciente a la familia de virus denominados coronavirus que provocan los clásicos síndromes respiratorios (MERS y SARS), tienen una tasa de identidad genética con el SARS-CoV del 79%, virus que provocó la crisis en la salud en los años 2002 y 2003 por su alta tasa de mortalidad.
En la siguiente gráfica puedes observar cómo ha sido el contagio de estos virus entre animales y personas:
Conocer la similitud de estos virus con la COVID-19 (del inglés Coronavirus Disease 2019) ha permitido establecer un precedente en cuanto a los posibles blancos terapéuticos para la prevención de la enfermedad.
Según la revisión bibliográfica publicada en marzo de este año por Rabi y colaboradores en la revista científica Pathogens, señala que el virus tiene un sistema para infectar a la células humanas similar a la del virus de la influenza.
Esta aproximación permite tomar como objeto de estudio al receptor que facilita que el virus inicie sus mecanismos de replicación al interior del organismo. Es así, que en anteriores casos de epidemias causadas por betacoronavirus, varios medicamentos antivirales como la ribavirina, lopinavir-ritonavir y darunavir, mostraron prometedores resultados in vitro, no obstante, no se ha demostrado su efectividad para el caso del SARS-CoV-2.
Por otra parte, se ha determinado que el periodo de incubación de este virus es entre los 2 a 14 días después de haber contraído el virus. Sin embargo, se aclara que el periodo más probable de presentar sintomatología es cercano a los 5 a 6 días post exposición al virus.
Lo anterior sería fundamental para entender el ciclo replicativo de la cepa, y por ende, encontrar algún agente que pueda combatir los efectos que provoca el virus en el organismo. De esta manera, se ha barajado la posibilidad de construir un anticuerpo neutralizante dirigido al receptor ACE-2 (del inglés Angiotensinogen converter Enzyme 2), bloqueando así la unión de una proteína de la superficie viral y prevenir la entrada de virus en las células. No obstante, el bloqueo de este receptor podría afectar la funcionalidad del hígado.
Finalmente, encontrar un tratamiento efectivo contra la enfermedad se ha vuelto una tarea engorrosa debido a la esa variabilidad del 21% de esta cepa viral, que cambia por completo la forma en la que el virus actúa en el organismo. Es más, se ha descubierto que existen individuos asintomáticos que son vectores de contagio y que presentan una sintomatología atenuada significativamente de la enfermedad.
Es por ello que el llamado a prevenir es fundamental por parte de los expertos, para que de esta manera favorecer los esfuerzos que ayudarían a combatir esta enfermedad.