En tan solo tres décadas, Finlandia transformó un sistema educativo mediocre en un referente mundial. Reformas políticas y sociales hicieron al país encabezar ránkings mundiales de educación e impulsaron una economía altamente industrializada.
El país, ubicado al norte de Europa, hasta principios del siglo XX, era sinónimo de pobreza.
Como contraste, en 1909 se inauguró la primera avenida asfaltada en Sao Paulo, Brasil. En ese entonces, en Finlandia predominaba una economía agraria y sus primeros kilómetros de autopista se inauguraron recién en 1963.
Cambios sociales
El “milagro” finlandés comenzó en la década de los 70 con una serie de reformas innovadoras.
El recetario finlandés incluye reducir el número de horas de clase y limitar al mínimo las tareas y pruebas escolares. La teoría del país es certera: la educación pública de alta calidad no es el resultado de políticas educativas por sí solas, sino también de políticas sociales.
“El estado de bienestar social finlandés desempeña un papel crucial al garantizar a todos los niños oportunidades y condiciones iguales para un aprendizaje gratuito y de calidad”, destacó el educador Pasi Sahlberg, uno de los creadores de las reformas políticas educativas, en el libro Finish Lessons (“Lecciones Finlandesas”).
Igualdad de oportunidades
Viikki es uno de los centros educativos emblemáticos del país. Como en todas las escuelas de Finlandia, se puede ver al hijo de un empresario estudiando junto al hijo de un obrero. Los servicios de atención médica y el material escolar son gratuitos para los 940 alumnos. Las matrículas escolares no existen.
Sahlberg destacó además el impacto del modelo de igualdad y justicia social creado a partir de la posguerra.
“La desigualdad social, la pobreza infantil y la ausencia de servicios básicos tienen un fuerte impacto negativo en el desempeño del sistema educativo de un país”, puntualizó Sahlberg.
Las transformaciones
La educación en Finlandia es gratuita para todos, desde el preescolar hasta el doctorado.
Sin embargo, no siempre fue así. Hasta finales de los años 60, solo el 10% de los finlandeses había terminado la enseñanza secundaria.
El principio de igualdad e inclusión social marcó el desarrollo de los años 70 de la nueva peruskoulu (educación obligatoria finlandesa). El siguiente paso fundamental fue una valoración sin precedentes del profesor.
La transformación del sistema fue profunda. Como resultado, en los 90 Finlandia se convirtió en líder mundial en matemáticas, ciencia e interpretación.
Los primeros resultados del Programa Internacional de Evaluación a Alumnos (PISA por sus siglas en inglés), publicados en 2001, sorprendieron a los propios finlandeses: en todos los ámbitos académicos, Finlandia empezó en la cima del ranking mundial.
A esto se sumaron cambios sociales. La tasa de impuestos sobre la renta individual en el país es hoy del 51.6%. Hecho que no impidió a Finlandia aparecer en la cima del ránking de los países más felices del mundo elaborado por la ONU (World Happiness Report).
Las claves
La experiencia finlandesa desafía la lógica convencional, que prescribe más horas de clase y mayor cantidad de lecciones en casa como fórmula para impulsar el desempeño estudiantil.
Las escuelas de Finlandia, cuentan con menos horas de clase que en todas las demás naciones industrializadas. En una típica escuela del país nórdico, los profesores dan unas cuatro clases al día.
“Es importante que los niños tengan tiempo para ser niños“, dijo la profesora Erja Schunk, de la escuela Viikki, situada en un campus de la Universidad de Helsinki.
Además, según estadísticas de la OCDE, los estudiantes finlandeses pasan menos tiempo haciendo tareas que los estudiantes de todos los demás países: cerca de media hora al día.
A su vez, Los estudiantes no necesitan preocuparse por evaluaciones: su sistema educativo no cree en la eficacia de una alta frecuencia de exámenes, por lo que se aplican con poca regularidad.
Sahlberg resume así el pensamiento finlandés sobre la educación pública de calidad:
“Es una obligación moral, pues el bienestar y en última instancia la felicidad de un individuo depende del conocimiento, de las aptitudes y de las visiones del mundo que son proporcionadas por una educación de calidad. Es también un imperativo económico, ya que la riqueza de las naciones depende cada vez más de las habilidades y el conocimiento”.