Protagonista en los medios de comunicación durante ocho años, de Siria hoy apenas se habla. Eso no quiere decir que allí no sigan pasando cosas. Siguen ocurriendo, incluso más relevantes que las de entonces, porque Siria está ya en fase de definición de la crisis multidimensional que vive desde 2011.
En el ámbito militar, de catorce grandes frentes hoy solo quedan dos. El primero es el de la noroccidental provincia de Idlib, fronteriza con Turquía. Allí, el Estado se enfrenta a una coalición de grupos armados, en su mayoría yihadistas y liderados por la marca de Al Qaeda en Siria, Hayat Tahrir al Cham.
Al noreste y en Afrin, unas desperdigadas milicias kurdas, más que al Estado sirio, se enfrentan a Turquía, que no acepta que allí obtengan reconocimiento alguno por temor al efecto contagio a su propia y mucho más numerosa población kurda.
Turquía entonces es el denominador común de ambos frentes. Damasco intenta que Ankara rompa con los grupos armados de Idlib a cambio de llegar a un acuerdo con esas milicias kurdas que garantice la estabilidad fronteriza que exige Turquía. Mientras ello ocurre, la actividad militar, sobre todo en Idlib, continúa. Lo hace de manera intermitente, reactiva, limitada tácticamente y sin posibilidad de extenderse al otro 80% de Siria. Allí la violencia cesó hace meses.
En busca de la reactivación económica
En la Siria ya pacificada se han reabierto las carreteras y una economía que se contrajo más del 40% intenta reactivarse. Se aprecia en el abastecimiento de los mercados o en la lenta recuperación de la lira siria, aún muy devaluada. También en la vuelta de la publicidad comercial a las calles y los medios de comunicación.
Conspiran contra la normalización económica una corrupción endémica ahora creciente y las sanciones internacionales. Especialmente el embargo petrolero liderado por Estados Unidos. Por eso en Siria hay restricciones diarias del suministro eléctrico, largas colas en las gasolineras y cierta indefinición empresarial en un momento en el que hay mucho por reconstruir.
Lo soportan estoicamente los sirios, para quienes la ausencia de violencia después de ocho años muy duros es ahora lo más importante. Esa recobrada percepción de seguridad es la ventana de oportunidad temporal que tiene el Gobierno para relanzar la economía de la mano de la agricultura, la construcción, el turismo y el comercio exterior.
A ello contribuye la reapertura de los cinco pasos fronterizos con Líbano y el muy estratégico de Nassib, con Jordania. Por ellos han empezado a volver sostenidamente los desplazados, como certifican Acnur y los gobiernos libanés y jordano. Por allí también circulan las mercancías entre el golfo Pérsico y el Mediterráneo.
Procesos de reconciliación nacional
Antes de que los sirios se acostumbren a su recuperada seguridad y dejen de verla como un valor absoluto, el Gobierno también debe acelerar los procesos de reconciliación nacional.
Encargados al opositor interno Ali Haidar, han permitido pacificar cientos de pueblos, localidades y barrios de toda Siria. Se apoyan en los muy sirios conceptos culturales de sharf (honor) y karama (dignidad). Igualmente, en el hecho de que en un estado joven como el sirio el poder siempre ha residido, además de en las autoridades formales, en los líderes tribales y los mujtar o notables de la época otomana. También y sobre todo, en los dignatarios cristianos y musulmanes de su muy multiconfesional sociedad.
Ellos mediaron para que quienes tomaron las armas las depusieran o se fueran con ellas a Idlib a seguir combatiendo al Estado. En uno y otro caso, y en la medida de lo posible, con honor y dignidad.
El largo camino de las reformas políticas
Los procesos de reconciliación nacional también han permitido resolver secuestros y desapariciones. Han facilitado además consensos básicos para reformas imprescindibles. Entre ellas, la del estatuto personal, que, después de un largo debate social y aún con asignaturas pendientes, ha eliminado los residuales matrimonios con menores. Se empodera así todavía más a las mujeres de un país donde siempre han tenido mayor protagonismo político, económico y social que sus congéneres de la región.
También se ha modificado la Ley de Administración Local, aumentando un 10% el número de municipios y concejales. Un esfuerzo descentralizador que en la práctica supone institucionalizar las formas de poder informal que siempre han existido en Siria. La ampliación del debate político y social como consecuencia de lo ocurrido estos años también se aprecia, ante las críticas al borrador inicial, en la rectificación de la Ley 10.
Se trata de una norma fundamental para que la reconstrucción ofrezca garantías a quienes perdieron sus casas y están fuera de Siria. Mientras, Gobierno y oposición acuerdan bajo los auspicios de la ONU la composición del comité que debe reformar o cambiar la Constitución de 2012.
Siria y su verdadero dilema
La definición de la crisis sobre todo exige a Siria encarar su verdadero problema de fondo. ¿Cómo hacer compatible su sociedad multiconfesional y su Estado aconfesional –que no laico– con una minoría que desde 1964 ha protagonizado tres levantamientos armados con el propósito de confesionalizar el Estado y la legislación?
Pese a la contradicción no resuelta de declarase demócrata y al tiempo querer imponer un estado confesional en la Siria multiconfesional, desde 2011 la Hermandad Musulmana ha recibido más apoyo exterior que nunca.
Ello revela su utilidad para que potencias regionales y globales –Arabia Saudí, Qatar, Turquía, Israel, EE. UU., Francia, Reino Unido y la UE– puedan lograr sus intereses en Oriente Próximo y Medio. También explica la implicación de otras –Rusia, China, Irán, India, Brasil o Sudáfrica– en favor de una Siria que ocho años después es internacionalmente menos autónoma.
Una dimensión que dado su histórico valor geoestratégico resulta vital para resolver los problemas internos. Desde esa perspectiva internacional, hoy Siria también busca un nuevo acomodo igualmente difícil de lograr. Más aún cuando el enfrentamiento de EE. UU., Israel y Arabia Saudí con Irán se libra también en una Siria que se esfuerza en pasar página.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.