Seguramente usted ya haya visto “Chernobyl”, una serie coproducida por HBO y Sky, ya que ha sido una de las producciones mejor valoradas y más visionadas de la historia de la televisión. Y si no la ha visto aún, le recomendamos que lo haga porque contiene tantas capas superpuestas como intereses personales pueda usted tener.
“Chernobyl” es un drama, un relato histórico, el análisis sociopolítico de una época, una producción televisiva muy cuidada e inteligentemente articulada y, cómo no, también una película de accidentes de las buenas, con su parte de investigación técnica incluida. No obstante, a quien no le guste esto último, que no se preocupe. Sin ánimo de hacer spoilers, le aseguro que este análisis del accidente no dura más de una quinta parte del total de la serie y a quien sí le guste, disfrutará de lo lindo.
Como es obvio, la serie relata el accidente producido en 1986 en la central nuclear de Prípiat, muy cerca de Chernóbil y que, hasta el accidente de Fukushima I en Japón, se consideró el accidente nuclear más grave de la historia. Como ya saben bien los espectadores, un desequilibrio del reactor 4 producido, al parecer, durante la ejecución de una prueba, supuso un sobrecalentamiento del núcleo del reactor, una o dos explosiones y un incendio que, al volar la tapa del reactor, puso en el cielo una nube radioactiva equivalente a más de 500 bombas de Hiroshima.
Pero lo más irritante de la cuestión es que, como bien se pone de manifiesto en la serie, si bien había fallos estructurales en la central, el accidente no se produce exactamente por estos, sino por una sucesión de malas decisiones, falta de formación, un estilo gerencial despótico, la elusión de los protocolos de seguridad establecidos… Dicho más a las claras, la central de Chernóbil, como otras del mismo tipo que existían y aún existen, tienen fallos estructurales, pero si se siguen con exhaustividad los protocolos de seguridad, aún con estos fallos, este nefasto accidente no hubiera sucedido.
La cultura de la seguridad
Como ya nos decía hace tiempo el maestro Carlos Aníbal Rodríguez (mucho antes de que la serie de televisión volviera a poner este tema en la palestra), la Agencia Internacional de Energía Atómica empleó entonces el término “cultura de la seguridad” para identificar un factor desencadenante, si no el esencial, en la producción del accidente. El Dr. Rodríguez señala también que la principal conclusión de la investigación del accidente por la Internacional Nuclear Safety Advisory Group es “la suma importancia de poner una autoridad completa y la responsabilidad por la seguridad en los máximos niveles de gerencia que actúan en las plantas”.
Desde entonces se viene difundiendo y extendiendo este concepto de “cultura de la seguridad”, no solo en el ámbito de las centrales nucleares, sino en un sentido mucho más amplio.
En 2003 la Organización Internacional del Trabajo desarrolló una estrategia global para la seguridad y la salud en el trabajo que pone el énfasis en dicho elemento cultural basado en la prevención y la participación de los trabajadores. Como dice Sengli Niu “las lecciones de Chernóbil no sólo tuvieron un impacto en la industria nuclear sino también en otros sectores, y motivaron un ciclo virtuoso de mejoras en cada uno de ellos”.
En definitiva, la experiencia de este y otros accidentes mayores nos ha dejado la enseñanza de que cualquier sistema de gestión de la prevención en las empresas puede ser falible y la importancia de generar una cultura de la seguridad o “cultura preventiva” entendida, tal y como la define el Instituto Andaluz de Prevención de Riesgos Laborales (IAPRL) “como la capacidad global que tiene una organización para garantizar el funcionamiento sostenido y eficaz de sus propios sistemas de normas en materia de salud y seguridad”.
Compromiso, dinamización, aprendizaje
En el proyecto “Cuenta tu experiencia, tu experiencia cuenta: cultura preventiva en empresas andaluzas” del propio IAPRL se trata de operativizar el concepto, al objeto de hacer una primera aproximación al esfuerzo preventivo de las empresas por generar entornos organizativos favorables a la motivación práctica en favor de la salud y seguridad. De este modo, se distinguen tres elementos clave que pueden servir para hacer una radiografía de la situación, pero también como punto de referencia para la promoción y el desarrollo de una cultura de la prevención en las empresas:
- Compromiso: Impulso de estrategias y dinámicas positivas para la mejora de la seguridad y salud por parte de los diferentes niveles de dirección y supervisión de la empresa.
- Dinamización: Forma práctica en que se traduce el compromiso, mediante la movilización de recursos y la implementación de actividades para implicar a toda la organización en la gestión cotidiana de la prevención activa en un entorno de confianza y participación.
- Aprendizaje: Esfuerzo continuado que realiza una organización por sostener y mejorar la gestión de la prevención, mediante sistemas de notificación e información, investigación de incidencias y transferencia del conocimiento a la práctica.
La actual Estrategia Española de Seguridad y Salud en el Trabajo 2015-2020 insta a promover la integración de la prevención de riesgos laborales en el conjunto de las políticas públicas, “afianzando la cultura de la prevención y de la salud en las empresas y en la sociedad.” Hasta once veces se recoge en el texto el concepto de cultura de la seguridad o la prevención, poniendo así de manifiesto que hoy no se trata ya de un mero constructo teórico para el debate, sino de un objetivo operativo y prioritario de las instituciones competentes en materia de seguridad y salud en el trabajo de nuestro país.
Prevención desde la escuela
A nuestro modo de ver, una de las estrategias prioritarias para conseguirlo sería la integración real de la educación y la formación en materia de prevención de riesgos laborales en todas las etapas del sistema educativo.
Así lo preveía ya el Plan Nacional de Formación en Prevención de Riesgos Laborales aprobado en 2011, un buen punto de referencia que, sin embargo, ha tenido un proceso de aplicación bastante desarticulado y muy irregular a lo largo de las distintas Comunidades Autónomas.
Confiemos en que se retome y fortalezca esta línea de trabajo que, si bien se venía consolidando en los últimos años, aún requiere de muchos esfuerzos en nuestro país, como bien saben los profesionales de la prevención.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.