La depresión se caracteriza principalmente por una disminución en el estado de ánimo (lo que comúnmente conocemos como tristeza), incapacidad para sentir placer y pérdida de interés por todas o casi todas las actividades.
Además, conlleva una reducción importante de la capacidad para la realización de las actividades diarias en los diferentes ámbitos de la vida (familiar, laboral y social) y, en el peor de los casos, puede llevar al suicidio.
Es el trastorno mental más frecuente
La depresión constituye el trastorno mental más frecuente y es una de las principales causas de discapacidad mundial. Según la Organización Mundial de la Salud, alrededor de 350 millones de personas se ven afectadas por depresión en todo el mundo y una de cada cinco personas experimentará un episodio depresivo en algún momento de su vida.
Entre los factores de riesgo para esta enfermedad se incluyen los acontecimientos vitales estresantes (por ejemplo, el duelo), el género femenino, la disminución de la independencia, así como la soledad no deseada.
Unido al sufrimiento que supone tanto para el paciente como para su entorno social, esta enfermedad se asocia asimismo con un aumento en la prevalencia de otras complicaciones médicas, lo que repercute de forma significativa en la mayor utilización de recursos sanitarios.
Teniendo en cuenta las estimaciones en cuanto al progresivo envejecimiento de la población, la depresión geriátrica debe ser un asunto destacado dentro de las políticas de salud pública.
¿Cómo se manifiesta en la vejez?
Aunque el período más probable para el inicio del primer episodio de depresión suele establecerse entre los 20 y los 40 años, una proporción significativa de personas experimenta su primer episodio en la edad avanzada (a partir de los 65 años aproximadamente).
De acuerdo con los datos reportados por el consorcio EURODEP, un estudio europeo en el que participaron más de 10 000 individuos mayores de 65 años, la depresión afecta aproximadamente a un 12 % de este segmento de la población.
No debemos partir de una premisa errónea: la depresión en la edad avanzada no es una consecuencia del proceso de envejecimiento.
Mayores tasas de suicidio
La depresión en adultos mayores se asocia con un mayor riesgo de morbilidad, una disminución del funcionamiento físico, cognitivo y social e incluso una mayor mortalidad. De hecho, en la depresión de inicio tardío se han encontrado mayores tasas de suicidio consumado en comparación con cualquier otro grupo de edad.
Además, una proporción importante de adultos mayores con depresión no reciben tratamiento de ningún tipo y entre aquellos que sí reciben tratamiento farmacológico, solo alrededor de un tercio logran una remisión completa.
La depresión en el adulto mayor presenta diversas características que la distinguen de aquella de inicio temprano. Mientras que la depresión geriátrica no parece estar relacionada con antecedentes familiares de trastornos del estado de ánimo o rasgos de personalidad, sí se relaciona con patología vascular.
En general, las personas que desarrollan un primer episodio de depresión en edad avanzada reportarán en mayor medida quejas cognitivas y somáticas. Presentan más habitualmente enlentecimiento psicomotor, problemas de sueño, fatiga, rasgos psicóticos y desesperanza acerca del futuro.
Las quejas acerca de la memoria, un procesamiento cognitivo más lento, así como dificultades de concentración y problemas para la realización de tareas que requieren la planificación y puesta en marcha de diversas estrategias cognitivas también son comunes entre los adultos de edad avanzada con depresión.
Estos síntomas cognitivos incluso persisten después de la remisión del episodio depresivo, lo que requiere del profesional su consideración a la hora de ofrecer un tratamiento farmacológico y psicológico eficaz.
¿Depresión o demencia?
Un aspecto clave para el abordaje de la depresión en el adulto mayor es el diagnóstico diferencial, esto es, la exclusión de enfermedades con un cuadro clínico similar a través de diversas pruebas y procedimientos.
La coexistencia de sintomatología depresiva y deterioro cognitivo es muy común en las personas de edad avanzada. Esta combinación, con diversos niveles de intensidad y presentación, ha suscitado un enorme interés entre los profesionales de salud mental, quienes insisten en la necesidad de explorarlos en profundidad para dar una respuesta acorde al trastorno de base que se encuentre.
En un estudio compuesto por más de 10 000 participantes, Barnes y sus colaboradores indicaron que la presencia de sintomatología depresiva, ya sea en la madurez o en la edad avanzada, incrementaba considerablemente el riesgo de demencia.
No obstante, esta afirmación parece estar condicionada por la edad de aparición de la depresión. Teniendo en cuenta que la fase asintomática de la demencia puede extenderse diez años o más, no siempre es fácil determinar qué síntomas ocurridos años antes del inicio de la demencia son inherentes a su desarrollo y cuáles constituyen factores independientes.
Algunos indicadores diferenciales para la depresión incluyen el inicio brusco, la ideación suicida, el desinterés social y una respuesta displicente ante una evaluación.
Como consecuencia, se recomienda realizar evaluaciones cognitivas regulares en aquellos individuos que presenten sintomatología depresiva por primera vez en edades avanzadas.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.